Hay cosas que aún me siguen produciendo un cosquilleo nervioso en el estómago: el mes previo a la Navidad, los catálogos recién salidos de la imprenta y la llegada a las ferias. Llevo 40 años visitando ferias internacionales, buscando cosas bonitas que me gusten a mí, con el ánimo de que también les parezcan atractivas a nuestros clientes.
El Mundo ha cambiado, es verdad, ahora todo es más cercano, más fácil, existe internet. El inglés, más o menos fluido, es el idioma común, se compra en todos los países en dólares o en euros y las compañías de logística nos transportan todo mejor y en menos tiempo. Aún así, cada vez que llegan a nuestro almacén las cajas del otro lado del mundo, sigo pensando que es un milagro.
Me encanta la artesanía en casi todas sus manifestaciones, y sobretodo pedir a mis proveedores que nos hagan piezas exclusivas con los diseños que les doy. No tanto porque sean diferentes, si no porque son los tamaños y los colores que nos apetece presentar en Mallorca la próxima temporada. Cada año preparamos unas 10 colecciones de regalos diferentes.
En cada colección trabajamos con diferentes artesanos de varios países. Por ejemplo, las piezas de metal más sofisticadas nos las hace mi amigo Ayad de la India, los platos de cristal la empresaria turca Tugba, algunas cajas de bombones nos las hacen en Nepal en el taller que dirige Naresh Lal, ellos trabajan el papel reciclado y el fieltro como nadie.
Las mejores cestas se las pedimos a Danny de Indonesia, es un gusto verle año tras año. Las hojas y flores más brillantes nos las envía Fred de Tailandia, estuvimos dos años hablando en inglés, hasta que un día me dijo que había nacido en Nicaragua. Y así, con muchos más proveedores que se han convertido en amigos.
Ir de compras por el mundo, como llamo yo a visitar estas ferias internacionales, es apasionante o a mí me lo parece. Ver como avanza el mundo, como prosperan los países y sobretodo sus gentes. Cambian las costumbres y algunas a mejor.
Aún recuerdo cuando al visitar los pabellones de las empresas chinas, sus expositores a la hora de comer lo hacían de cara a la pared, comer era un acto muy privado. Y para entenderte lo mejor eran las señas. Comprar a los indios siendo mujer era prácticamente imposible. Y muchas cosas más, que han quedado en el pasado.
Febrero es un mes de ferias, un mes en el que preparamos el resto del año con la ilusión
de acertar, de que les guste lo que nos gusta.
Piezas bonitas de decoración con cosas ricas, ese es el objetivo. Arropar y dar un valor añadido a nuestros bombones, a unos buenos embutidos o quesos y si van acompañados de algún vino o champagne será difícil que si decides enviar uno de estos regalos no te llamen ipso facto.
Otro día hablaremos de las ferias de gastronomía. Ese es otro mundo apasionante, en permanente evolución.
M. Carmen Moreno Nieto